En el vórtice de la música
Hay una melodía de ensoñación;
Es la fuerza y pasión de Wagner
En el paroxismo de la emotividad.
El espíritu se exalta y enternece.
Se deja llevar en el torrente impetuoso
De su genio creador.
Es como río desbordado,
Sonoro, violento, profundo.
En el ímpetu de su corriente
El alma se eleva
En dulce contemplación.
Un poema sinfónico se inicia
Con exquisita placidez
Y después de cruentas historias,
Lleva hasta la cima de la montaña,
Allí donde está el Vahalla
Iluminado por la luna.
Aparecen las valquirias
Galopando sus briosos corceles.
Ángeles de la noche,
Buscan refugio.
Brunilda no está con ellas.
Espera su destino.
Sigfrido vendrá a rescatarla
Del círculo de fuego;
Llegará blandiendo su espada
Encantada.
Es el héroe a quien el amor
Llenó de fortaleza.
El héroe que arrostró todos
Los obstáculos,
Para llegar a su amada.
Con un beso la despertará.
Un tierno e idílico encuentro,
Enciende su emoción.
La pasión se desborda
En torrentes de luz.
Deben gozar a plenitud los momentos
Que les depara el destino:
Unir sus vidas en un haz de amor.
Saborear la magia
Del instante preciso,
El instante que se hace eternidad.
Así es Wagner:
¡Grandioso! ¡Elocuente!
Convierte sus derrotas
En victorias.
Su espíritu revolucionario,
En música.
Erizado por las espinas
De su pasión creadora,
Transmite mensajes perdurables
Y resuena en el tiempo
El eco de su poesía
Contando epopeyas
Y su propia historia;
De la fe que mantuvo
En sí mismo
Y del portento y belleza
De su obra operática.
¡Fue el último de los románticos!
MARINA DE LA CUEVA